martes, 5 de mayo de 2009

Una vez tomada la decisión, que le había costado tanto llevar a cabo, esperó a la hora de embarque. Tras esto por fin se encontraba en el avión, en el asiento de la ventana puesto que era la primera vez que viajaba en avión y quería ver a través de ella. Tenía más nervios por el hecho de marcharse a otro lugar que por ser su primer viaje.
El viaje que duró aproximadamente 1 hora y media se le hizo corto, ya que se quedó dormida debido a las malas noches que había pasado anteriormente por los nervios ante esa llamada que pensaba que no llegaría, pero que si lo hizo.

Por fin llego a su destino, Santiago de Chile, que había elegido porque le parecía que quizás era el más lejano de todos, ya que tampoco tenía ninguna preferencia en cuanto a su destino pues nunca había salido de su ciudad desde que había nacido.
La gente iba bajando del avión y se producían algunos reencuentros, otros llegaban con su pareja, casi todo el mundo tenía alguien que le recibiera, pero ella no.
Ya se empezaba a notar movimiento en el aeropuerto, eran las 11 de la mañana. Aun tenía mucho día por delante para encontrar algún lugar donde pasar la noche. No sabía que iba hacer ya que había salido con el dinero justo. Lo primero que hizo fue pedir algo de dinero entre la gente del aeropuerto para el taxi, para que por lo menos le acercara al centro de la ciudad. No fue difícil porque su aspecto algo desmejorado ayudaba a que la gente tuviera compasión. Había conseguido 20 doláres.

Tras conseguir algo de dinero y no querer gastarlo, comenzó a caminar hacia el centro de la ciudad. En el camino, un taxista viendo su cansado aspecto, para y se ofrece paraa llevarla al centro. durante el viaje el taxista la miraba a través del retrovisor y podía ver que esa mujer no estaba bien y quería animarla un poco. Consiguió sacarle algo de conversación, informandole acerca de la ciudad y sobre algunos sitios baratos donde pasar la noche y alguna que otra sonrisa, algo que hacía tiempo que no sucedía.

Tras llegar al centro, se puso a buscar algún hostal barato de la zona para conservar algo de dinero. Por fin lo encontró se llamaba Hostal Río Amazonas, por fuera no parecía estar mal. Entró al hostal y se dirigió hacia la recepción, donde se encontraba un hombre gordo sentado en el asiento mirando a una televisión bastante pequeña. Ni siquiera la oye entrar. Carmela se dirige a él:
- Buenos días – dijo amablemente
Tras una especie de gruñido contesta él:
- Buenas, ¿Qué quieres?
- Una habitación para pasar esta noche, por favor
- Vale. – tras mirar en el ordenador, algo viejo- pues le toca la habitación 250 en el segundo piso. Serán 9 doláres. Aquí tiene su llave.
- Tome y gracias- ella le dijo gracias a pesar de cómo se había comportado puesto que siempre la habían educado así.

Por dentro no era muy bueno el hostal, no tenía ascensor así que tubo que subir dos pisos. Una vez, ante la puerta, la abrió y encendió la luz con el interruptor situado a la izquierda. La habitación tenía lo simple: una cama con la mesilla al lado, una mesa y por lo menos tenía televisión que la distraería de otras cosas.

Como aún era pronto, se fue del hostal a recorrer un poco la ciudad para conocerla un poco más. Las horas se le pasaron volando en esa ciudad tan bonita descubriendo calles escondidas, menos mal que no se perdió, tenía buen sentido de la orientación. Ya había llegado la hora de cenar, además de no tener hambre estaba muy cansada para cenar algo, a pesar de llevar todo el día sin comer. Necesitaba echarse a la cama y que fuera otro día, este día no quería recordarlo. Por fin dormiría tranquila, nadie la llamaría ni la molestaría y como ella había pensado se quedó dormida a los pocos segundos de pensar esto.

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