Cuando los primeros rallos de sol entraron por la persiana Carmela intentó volverse a dormir, no quería volver a la realidad. Un enorme escalofrío invadió todo su escuálido cuerpo y por primera vez sintió un gran arrepentimiento por haber actuado de esa manera, por haberlo dejado todo y sobre todo no haber dado explicaciones a nadie. Tardo muy pocos segundos en recordar por qué lo había hecho y eso aun la sumió en una más profunda tristeza.
Estaba confusa, no sabía si lo mejor era desaparecer para siempre de su anterior vida y empezar una nueva en Santiago o simplemente volver y acarrear con las consecuencias de sus actos, fuesen las que fuesen...
-Haga lo que haga, tengo aun unos días para pensarlo (pensó), y con esta actitud inmadura de no querer afrontar las cosas salió del hostal y decidió ir en busca de algún trabajo que le proporcionase dinero rápido para poder vivir al menos durante una semana.
Entró al primer bar que encontró, allí mientras se tomaba un café comenzo a hablar con un hombre el cual le invitó a enseárle la cuidad y algunos lugares de las periferias. Ella tan ingenua como siempre aceptó encantada y a los 5 minutos ya estaba montada en el coche de este hombre.
Carmela le comentó que quería buscar algún tipo de trabajo, éste le comentó que él tenía una tienda en la que quizás le podía ayudar.
Mientras iban en el coche pensaba en cómo estarían las cosas en su casa, su familia, sus amigos, llevaba ya casi dos días sin dar señales de vida.
De repente, el coche se paró y Carmela quedó sorprendida con lo que allí vio...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario