domingo, 31 de mayo de 2009

La pregunta de Ramón resonó profundamente en la cabeza de Carmela. Era como una especie de eco que no se marchaba. No tardó nada en pensar la respuesta. Intentó pronunciarla pero, se dió cuenta de que la palabra que había salido de su boca, no era la misma que ella quería pronunciar. Había dicho sí, además, un sí profundo y convencedor. Acababa de pronunciar una palabra que la encadenaría a ese extraño lugar para siempre.

Tras la respuesta de Carmela, los tres hombres sonrieron satisfechos y transportaron la camilla hacia otra habitación. Fue en ese momento cuando Carmela se dió cuenta de que estaba atada a ella. Intentó gritar, pero su boca no respondía a lo que su mente pensaba, y lo único que conseguía hacer era sonreir. Cuanto más quería gritar, más sonreía, cuando quería expresar una palabra de desagrado, salía por su boca una totalmente contraria. ¿Se estaría volviendo loca?

Carmela iba despertando poco a poco de esa ensoñación que le habían provocado, y conforme pasaban los minutos, intentaba buscar una explicación a lo que estaba viviendo, pero no la encontraba, sólo lloraba interiormente, es decir, para el resto de los allí presentes, se reía a carcajadas.

Cuando se quiso dar cuenta, estaba en el centro de ua gran habitación llena de mujeres sonrientes, y la mayoría de ellas en estado de buena esperanza. Ella estaba atada a una camilla, riendo sin parar, como si lo que estaba ocurriendo en ese momento fuese lo que Carmela siempre había deseado.

De repente se escucharon unos pasos. La gran puerta de la sala se abrió. Las mujeres se mandaban callar unas a otras, levantándose y mirando hacia el lugar por donde entraría, unos segundos después una extraña y peculiar mujer. Vestía un largo vestido de colores, su pelo estaba teñido de color rosa, y sus zapatos tenían un alto tacón. Era como si hubiese salido de una historia de fantasía.

Carmela ni siquiera intentaba llorar, solamente miraba asustada lo que allí estaba ocurriendo, intentando buscar una explicación que no lograba hallar. Lo único que deseaba era que todo aquello fuese un sueño.

La estrambótica mujer se acercó lentamente a Carmela, mientras decía en voz alta:

- ¡Mirad chicas!, os quiero presentar a nuestra nueva amiga. Ella trabajará para mí al igual que vosotras, no se opondrá a nada de lo que yo diga, y de esta manera…

- Pero, yo no quiero quedarme en este lugar. Pronunció Carmela.

- Sí, nosotras también queremos ser tus amigas, contestó una de las muchachas.

- ¿Cómo?, yo no he dicho que quiera ser vuestra amiga. Respondió Carmela.

- Lo sé jovencita, te explicaré como funciona esto, a ver si puedes entenderlo de una vez por todas. Cuando llegaste aquí, te inyectamos una sustancia única en el mundo, a la que sólo nosotros tenemos acceso. Esa sustancia es llamada “Pocción de la Positividad”, sus logros son que el noventa por ciento de las veces que vayas a hablar mal de nosotros, lo harás de manera contraria. Es decir, cuando quieras llorar, reirás, cuando quieras hablar mal de alguien lo harás al contrario. ¿Comprendes muchachita?

- Mmm. Carmela ni siquiera tenía palabras para contestar a la mujer.

- No sabes que decir, ¿verdad? No te preocupes, les sucede a todas las chicas al princpio.

- Pero, ¿para qué te servimos? Dijo Carmela.

- Muy sencillo, tu labor consistirá en fabricar ropa para venderla posteriormente y cuidar los niños de tus compañeras. Es eso y en tener hijos evidentemente.

- ¿Hijos…?

- Sí, has escuchado bien. Una vez al año traemos cientos de hombres procendentes de una de nuestras otras casas masculinas para que tengan relaciones con vosotras y así procrear. Los niños se venden muy bien en el mercado negro ¡Jaja!

- ¡No me gusta esto!, ¡quiero salir de aquí!

- ¡Que ingenua jovencita! Solamente existe una forma para salir de aquí, y no creo que tu des con ella, así que a sonreir y a trabajar querida.

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