miércoles, 10 de junio de 2009

Continuara...

Eso es lo último que vio Sofía en la pantalla de la televisión.

-¡No me lo puedo creer, otra vez igual!- gritba sofía.
- No te pongas así mujer, la semana que viene tendrás el siguiente capítulo- le gritaba su madre desde el otro lado de la casa.

Sofía no podía parar de pensar. ¿Qué habría hecho Carmela para tener que uir tna rápido?¿Quién es la dama de pelo rosa?¿Y qúe pasará entre Mikel y Carmela? Creía qu eno podría soportarlo, una semana para poder ver el siguiente capítulo. Tenía que hacer algo, pero no sabía el qué. La serie era nueva y no había capítulos en internet. Empezó a antrarle ansiedad, fue ala cocina corriendo y abrió la nevera. Empezó a comerse una tableta tras otra de chocolate. Y cuando ya llevaba 5 se dio cuenta d elo que estaba pasando. La televisión le volvía loca, necesitaba ver más, era como una droga.

Llamó corriendo a su amiga Isabel.

-Hola, ¿está Isabel?
-Sí un momento ahora se pone.
-¿Si?¿Quién es?
- Hola Isabel soy Sofía, ¿has visto la nueva serie?
- Sí, pero la verdad no me ha parecido muy interesante, algo muy visto ya.
-¿Pero qué dices?

Sofía colgó el teléfono. No podía creerse lo que le estaba pasando, a su mejor amiga no le había gustado la serie. ¿Con quién iba a compartir ahora las intrigas de la serie?Esto era una catástrofe en la vida de Sofía.


(María Zapata)

lunes, 8 de junio de 2009

Los increibles chicos simples

Positivismo, positivismo… esa realidad que creó Compte en la que la humanidad era objeto de culto, nos había llevado al fin de la existencia como la conocemos hasta ahora.
Solo disponía de doce horas para terminar con esta pesadilla que se gestó en un laboratorio cuando lograron encontrar toda la información contenida en el genoma humano.
Pero ahora nada de esto tenía importancia, porque esa cautivadora mirada azul celeste le daba la fuerza para entrar al más inescrutable lugar bajo la tierra.
Estuvieron pensando una estrategia para acceder al laboratorio principal. Mike llevaba los planos que en su momento logró robar a su teniente, cuando al principio “Hijos del Mañana” era una utopía para las terapias gènicas de las enfermedades.
-Sòlo disponemos de una oportunidad, Carmela.
-Cuando quieras pasamos a la acción.
La única forma de entrar sin pasar los duros controles de biométrica era provocar un incendio en el preciso momento en el que los turnos de seguridad cambian. Un lapso de tiempo de tres minutos, es suficiente para ir al sistema de ventilación y con una simple cerilla ya está, debido a que el sistema de ventilación del laboratorio es de corriente en espiral, y éste hace que el fuego se propague a una velocidad de vértigo, tan rápido que en el desbarajuste del momento, se cuelen por la única trampilla que Mike conocía perfectamente.
Así lo hicieron, casi sin darse cuenta estaban escondidos detrás de la trampilla, mientras que el laboratorio era un ir y venir de sirenas, bomberos y humo… mucho humo.
Estuvieron en un tenso silencio durante más de cinco horas esperando a que todo volviera a la calma. Este tiempo les vino bien para estudiarse los planos de acceso al laboratorio.
-¿Y el riesgo biológico…? Pensaba Carmela.
Es la única duda que le provocaba ansiedad.

Guillermo Lafita.
1º de Comunicación Audiovisual.
Como ya venía siendo costumbre, Carmela despertó tras el golpe en el cuello que le había dejado inconsciente durante unas horas.
Apenas podía ver nada, todo estaba borroso y oscuro.
-¿Estas bien?
Le susurro una voz masculina, que no conocía, al oído.
La vista de Carmela se empezaba a aclarar y pudo distinguir la imagen de un chico joven de aproximadamente su misma edad.
-Me llamo Mike, siento el golpe en la nuca...pero era necesario.
-¿Ne...necesario?, desde cuando la violencia es una solución.
Carmela se incorporó y se palpó la nuca para asegurarse de que seguía en su sitio.
-A veces....es una buena solución, dejemos el tema ahí...tu debes de ser Carmela ¿no?
- Sí...aunque ya no sé realmente ni quién soy.
Carmela se quedó mirando los ojos de Mike, eran de un azul celeste intenso; sintió como se empezaba a ruborizar como si de una adolescente de instituto se tratase. Como podía ser que en un lugar como ese, y con todo lo que le había pasado, aun quedase lugar para el sentimiento que siempre habia buscado pero nunca hallado, el amor. En efecto, fue amor a primera vista, rápidamente Carmela volvió en sí y retiro la vista de los ojos de Mike para quedarse mirando hacia el suelo.
-No te preocupes, mira tengo la cura
Mike sacó de uno de sus bolsillos una pastilla roja, cogió la mano de Carmela y se la dió.
-¿Cura?, ¿qué es esto?
-Es una pastilla que anula los efectos de esa sustancia asquerosa de positivismo, pero solo durante doce horas, el tiempo suficiente para que me ayudes a acabar con "Los Hijos del Mañana", tu eres mi...
-¿Hijos del Mañana?...¿que yo soy tu que?
-Eres mi única esperanza, han acabado con todos los míos, solamente quedamos tu y yo....tenemos que acabar con ellos como sea y necesito tu ayuda.
Carmela respiró hondo y se tragó la pastilla, Mike le sonrió. Carmela pensó que conocer a Mike había sido lo mejor que le había ocurrido en estos últimos días de locura bizarra, ahora tan solo podía hacer una cosa, ya no valía escapar, era el momento de hacer frente y acabar con aquellos que habían convertido su vida en un infierno.
-Bien, ahora que ya puedo ser yo y no otra persona...¡acabemos con ellos!
-¡Así me gusta Carmela!...es hora de pasar a la acción.

Carmela y Mike que estaban refugiados entre unos árboles del campo que había detrás de la gran casa, planeaban la estrategia para poder introducirse en la casa sin ser vistos.
-Has de saber que esta casa es una tapadera para que no sean descubiertos, lo fácil es entrar en la casa, lo díficil será entrar en los laboratorios que se encuentran en los subterráneos de ésta.
-¿Laboratorios?...Mike cuentame todo lo que está ocurriendo en realidad.
Mike le hablo de su teniente, de que eran realmente "Los Hijos del Mañana" y cómo querían controlar el mundo a través de la creación de humanos perfectos, de cómo había llegado allí y habían acabado con todos ellos casi sin darse cuenta....

-¡Dios mío!, parece sacado del sueño de un demente.
-Lo sé...pero aun con todo...debemos de intentarlo...

Éste sí, este era el momento en el que Carmela debía de dejar atrás todos sus miedos y volverse una mujer de acción, este viaje por muy duro que fuese le había hecho fuerte y quizá...es lo que siempre había buscado.

domingo, 7 de junio de 2009

Era la ocasión idónea para escapar de aquel lugar infecto digno de una película de ciencia ficción. Debía actuar con cautela a pesar de encontrarse todavía bajo el influjo de una de aquellas inyecciones de positividad que, sistemáticamente, le eran suministradas a diario, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, transformándola, al menos exteriormente, en una marioneta al servicio de mentes depravadas, tal y como se había sentido en su vida anterior al repetino viaje que la había conducido hasta donde ahora se encontraba.

Una vez aniquilado el causante de sus traumas, su tío Jaime, el cual había abusado de ella hasta bien entrada la adolescencia, debía reponerse a las circunstancias y actuar de forma precisa, controlando cada uno de sus movimientos.

Tanto la coordinadora excéntrica de pelo rosa, como las mujeres que no paraban de trabajar y procrear a un tiempo, estaban ahora distraídas tratando de realizar un torniquete en la vena yugular seccionada por los dientes de Carmela, valiéndose de la diminuta ropa que cosían sin cesar.

La sangre salía a borbotones del cuello inundando la habitación, poco a poco se iba formando un gran charco alrededor del yaciente cuerpo de Jaime.
Mientras las mujeres gritaban inútilmente ante el cadáver inmóvil, Carmela aprovechaba el momento para huir hacia una de las puertas traseras, que tiempo atrás había localizado en una maniobra de inteligencia y previsión de futuro.

Pero la huida no sería tan sencilla, la puerta estaba cerrada con llave. No había tiempo de buscar otra manera de escapar. Debía buscar una solución rápida, antes de que se percataran de su ausencia y fuera demasiado tarde. Observando su alrededor histéricamente descubrió una aguja en el suelo, quizá aún había lugar para la esperanza.

En un alarde digno de MacGyver dobló la aguja hasta hacerla encajar en la cerradura, con un leve movimiento de muñeca hizo presión hasta que la puerta cedió y se abrió ante sus ojos.
La perplejidad inundaba todo su ser, jamás se hubiera imaginado, ni en la más remota circunstancia, que podría encontrarse en una aventura así, escapando de la muerte.

Corrió cuanto pudo atravesando el campo que circundaba la enorme casa, sin pensar en nada excepto en salvar la vida; también daba gracias a la televisión por haber demostrado su utilidad en un momento como aquél. Sus pasos eran cada vez más largos y apresurados, dentro de poco volvería a ser libre.

De pronto, sintió un fuerte golpe en la nuca. El destino volvía a jugar en su contra, todavía no era el momento de Carmela.




sábado, 6 de junio de 2009

Carmela poseía una gran mancha en sus partes más intimas, así pues un día lavando a una de los niños, observo la misma mancha en aquella cara deformada, continuó con el siguiente y de nuevo, la misma mancha, algo estaba pasando pero en su estado no podía reaccionar ni ante la pregunta 2 más 2.

Se alejó de la zona de cuidados, y fue a encerrarse en si misma, recapacitó, y se preguntó, desde cuando recordaba tener esa gran mancha, al poco tiempo, supo la respuesta, fue en su pueblo con aquel hombre extraño, que le propuso ir a un campo lejano, donde los niños no debían ir con personas adultas.

En ese mismo instante uno de los participante de aquel experimento, la miró, y vio en los ojos de aquel extraño un gesto familiar. Era su tio Jaime, si, el mismo que se había pasado la vida abusando de Carmela, haciendola creer que así jugaban los niños.

Se dirigió a él y mirandole a los ojos le mordió en el cuello, con tan buena suerte que atravesó una vena, haciendole llegar a su gran enemigo a la muerte.
Ahora llegaba el momento de Carmela.

jueves, 4 de junio de 2009

Los días parecían interminables cuando no podías hacer nada más que coser ropa diminuta.

Cada día, cada hora, cada minuto que pasaba despierta le obligaban a coser, no era de extrañar que se estuviera volviendo loca a pasos agigantados. La peor parte venía cuando tenía que tomar medidas a los niños, la que ella pensó en principio que sería la parte más amena de su esclavitud resultó ser un auténtico infierno. Los niños resultaron ser una especie de dictadores diminutos y no obedecían a nadie excepto a Ramón.

Además algunos de ellos eran realmente inquietantes, Epsilon en ocasiones contestaba a sus preguntas incluso antes de que las formulara, Lambda le decía cosas terribles de su pasado y errores que había cometido solo para torturarla, secretos que solo ella conocía y que jamás había revelado.

Eso sumado a otros misterios que ocurrían en la casa le hacía plantearse a diario su salud mental. Al principio intentó hablarlo con las demás mujeres pero no solo la ignoraban si no que acabaron por marginarla. Parecía que realmente disfrutaban cosiendo y produciendo hijos como si de maquinas se tratara.

Los partos eran por cesárea y las madres jamás sabían cuales eran sus hijos. Esto cumplía una doble función, evitaba que los niños y las madres se encariñaran y obligaban a las mujeres a tratar bien a todos los niños y no herirlos bajo ninguna circunstancia porque podían ser hijos suyos.

Parecía además que su única aspiración en la vida era hacerle la vida más agradable a la hortera mujer de pelo rosa y cumplir con todos los objetivos que esta imponía. En las dos ocasiones que intento hablarlas sobre una huída la miraron como si hubiera perdido el juicio o no supiera lo que decía.

Todo esto, sumado a las sonrisas constantes y al colorido sobresaturado de las habitaciones y muebles hacía que todo el lugar tomara un cariz macabro.

Debía salir de allí cuanto antes.

domingo, 31 de mayo de 2009

Mike caminaba a toda prisa por los estrechos pasillos blancos con todas las carpetas sujetas entre sus brazos. Su cara esta perlada de sudor al igual que su camisa. LLegaba tarde y esta vez era de suma importancia. Se volvió a tropezar con otro oficial y con un rapido "disculpe", siguió avanzando por el pasillo hasta llegar a una compuerta donde le estaba esperando un hombre negro.
-Llega tarde sargento Guirk- dijo con una expresión imperterrita.
-Lo lamento teniente, el aviso me llegó cuando estaba en inglaterra celebrando una boda. He llegado lo más pronto posible.- explicó Mike secandose el sudor de la frente como pudo con la manga mientras sujetaba los informes.
-Arreglese un poco la camisa antes de entrar- dijo el teniente mientras comfirmaba la seguridad de la puerta.
Esta se abrió y dio paso a una sala escasamente iluminada donde estaban esperandole seis oficiales de alto rango. En las paredes había numerosas pantallas en las que se mostraban mapas y datos.
Mike siguió al oficial hasta el interior de la habitación y se sentó en una de las sillas libres.El teniente en otra enfrente de él.
Un hombre mayor con un bigote tan espeso y canoso como sus cejas, presidia la mesa. Cuando Mike se hubo sentado y apoyado todos los informes en la mesa, el oficial comenzó hablar. Mike vió que tenía el rango de general.
-Caballeros, les he reunido por un asunto muy impoortante. Hemos recivido una serie de alarmantes informes de una Asociación secreta que se está dedicando a secuestrar a mujeres con fines aun desconocidos. No creemos que sea para la prostitución, ni para trafico de personas u organos, pero igualmente es ilegal. El sargento Mike Guirk de Inteligencia les informará más detalladamente.-
Y dicho esto miró a Mike.
Este se levantó demasiado rapido debido a los nervios y casi tiró los informes al suelo. Tras un breve reajuste se aclaró la voz.
-Ejem... Pues si... Según los últimos informes, esta asociación a la que hemos denominado " Los Hijos del Mañana" se dedican a secuestrar a mujeres jovenes y con la capacidad de procrear. No sabemos el proposito de estas acciones, pero el hecho es que cada día desaparecen más.- Hizo un pequeño inciso para mirar a todos los presentes y enseñar fotografias de un montón de mujeres en las pantallas. Todas ellas desaparecidas.
-Como pueden ver el número es alarmante. Empezamos a sospechar cuando el número incremento alarmantemente, en solo unos meses, de las mujeres desaparecidas. Después de numerosas investigaciones hemos descubierto el paradero de lo que creemos es su sede principal. La última mujer que fue secuestrada se llama Carmela ...- En ese momento el general comenzó a hablar y Mike ante la interrupción, se calló y se sentó de nuevo.
-Así pues, como ha dicho el sargento, este problema es demasiado acuciante incluso para la policía. De esta forma he decidido mandar a un Comando de diez personas para realizar una incursión a esas instalaciones y rescatar a las mujeres que se encuentre allí. Para ello querria que el sargento Mike Guirk, experto en tecnología y seguridad avanzada se una a esta misión.-
Mike dió un respingo y miró al general con estupor.
-Y...¿Yo? Pero, pero... Si no he entrado en combate nunca. Y menos con las fuerzas especiales.-
-Usted solo se encargará de la seguridad, no entrará en acción.- le dijo el general con una sonrisa que no tranquilizó nada a Mike. Cuando se levantó ya supo que aquel día no iba a ser bueno pero aquello era peor de lo que pensaba. Debía de haberse quedado en la cama.

La pregunta de Ramón resonó profundamente en la cabeza de Carmela. Era como una especie de eco que no se marchaba. No tardó nada en pensar la respuesta. Intentó pronunciarla pero, se dió cuenta de que la palabra que había salido de su boca, no era la misma que ella quería pronunciar. Había dicho sí, además, un sí profundo y convencedor. Acababa de pronunciar una palabra que la encadenaría a ese extraño lugar para siempre.

Tras la respuesta de Carmela, los tres hombres sonrieron satisfechos y transportaron la camilla hacia otra habitación. Fue en ese momento cuando Carmela se dió cuenta de que estaba atada a ella. Intentó gritar, pero su boca no respondía a lo que su mente pensaba, y lo único que conseguía hacer era sonreir. Cuanto más quería gritar, más sonreía, cuando quería expresar una palabra de desagrado, salía por su boca una totalmente contraria. ¿Se estaría volviendo loca?

Carmela iba despertando poco a poco de esa ensoñación que le habían provocado, y conforme pasaban los minutos, intentaba buscar una explicación a lo que estaba viviendo, pero no la encontraba, sólo lloraba interiormente, es decir, para el resto de los allí presentes, se reía a carcajadas.

Cuando se quiso dar cuenta, estaba en el centro de ua gran habitación llena de mujeres sonrientes, y la mayoría de ellas en estado de buena esperanza. Ella estaba atada a una camilla, riendo sin parar, como si lo que estaba ocurriendo en ese momento fuese lo que Carmela siempre había deseado.

De repente se escucharon unos pasos. La gran puerta de la sala se abrió. Las mujeres se mandaban callar unas a otras, levantándose y mirando hacia el lugar por donde entraría, unos segundos después una extraña y peculiar mujer. Vestía un largo vestido de colores, su pelo estaba teñido de color rosa, y sus zapatos tenían un alto tacón. Era como si hubiese salido de una historia de fantasía.

Carmela ni siquiera intentaba llorar, solamente miraba asustada lo que allí estaba ocurriendo, intentando buscar una explicación que no lograba hallar. Lo único que deseaba era que todo aquello fuese un sueño.

La estrambótica mujer se acercó lentamente a Carmela, mientras decía en voz alta:

- ¡Mirad chicas!, os quiero presentar a nuestra nueva amiga. Ella trabajará para mí al igual que vosotras, no se opondrá a nada de lo que yo diga, y de esta manera…

- Pero, yo no quiero quedarme en este lugar. Pronunció Carmela.

- Sí, nosotras también queremos ser tus amigas, contestó una de las muchachas.

- ¿Cómo?, yo no he dicho que quiera ser vuestra amiga. Respondió Carmela.

- Lo sé jovencita, te explicaré como funciona esto, a ver si puedes entenderlo de una vez por todas. Cuando llegaste aquí, te inyectamos una sustancia única en el mundo, a la que sólo nosotros tenemos acceso. Esa sustancia es llamada “Pocción de la Positividad”, sus logros son que el noventa por ciento de las veces que vayas a hablar mal de nosotros, lo harás de manera contraria. Es decir, cuando quieras llorar, reirás, cuando quieras hablar mal de alguien lo harás al contrario. ¿Comprendes muchachita?

- Mmm. Carmela ni siquiera tenía palabras para contestar a la mujer.

- No sabes que decir, ¿verdad? No te preocupes, les sucede a todas las chicas al princpio.

- Pero, ¿para qué te servimos? Dijo Carmela.

- Muy sencillo, tu labor consistirá en fabricar ropa para venderla posteriormente y cuidar los niños de tus compañeras. Es eso y en tener hijos evidentemente.

- ¿Hijos…?

- Sí, has escuchado bien. Una vez al año traemos cientos de hombres procendentes de una de nuestras otras casas masculinas para que tengan relaciones con vosotras y así procrear. Los niños se venden muy bien en el mercado negro ¡Jaja!

- ¡No me gusta esto!, ¡quiero salir de aquí!

- ¡Que ingenua jovencita! Solamente existe una forma para salir de aquí, y no creo que tu des con ella, así que a sonreir y a trabajar querida.

jueves, 28 de mayo de 2009

Sin darse cuenta todavía de nada, Carmela intentaba mantener los párpados elevados en contra de la que parecía ser su voluntad. Pero no lo conseguía; había algo en ella que la mantenía atada y la atraía hacia una oscuridad pantanosa. Algo más poderoso aún que el sedante.

Su propia mente era un terreno vedado que parecía tener vida sobre la que ella no ejercía ningún control.

Ya no sentía la mitad de su cuerpo y la otra iba camino de quedarse en la misma situación, sin embargo, tampoco parecía preocuparle conforme pasaban los segundos. Toda la tensión y el temor, la inquietud que le provocaba aquel lugar se habían disuelto.

Se estaba quedando sin vida, como si algo la estuviera extrayendo al absorberla con una pajita, y ella no podía oponer resistencia. Simplemente le quedaba aceptarlo y despertar como otra persona diferente a la que se marchó de casa tras un impulso. O quizá nunca despertaría. No sabía nada.

Lo único que le llamaba la atención, de vez en cuando, eran las imágenes que se proyectaban en su cabeza sin saber qué las causaba. ¿Sería el líquido? ¿Talvez el sedante? ¿Sería su propia ensoñación? Era poco probable, pues veía la vida de alguien pasando ante sus ojos, igual a lo que dicen que se ve en los momentos previos a una muerte. Era la vida de otra persona y no la suya, ni siquiera conocía la mayor parte de los lugares que pasaban a tan alta velocidad.

Contrariamente a lo que habría pensado antes de llegar a aquel sitio, tampoco le inquietaba cuanto veía. De hecho, eran muchos los momentos en los que parecía abrumada por sensaciones agradables dependiendo de las imágenes. No siempre, no con todas, pero sí se había producido un notable cambio en su interior.

La única explicación posible era que ya no fuese Carmela.

No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, ni en qué condiciones estaba, pero le había empezado a llegar un olor dulzón al tiempo que el sonido unas voces cada vez más cercanas. No atinaba a escuchar qué decían, si bien enseguida alguien le dio unos suaves golpes en el hombro.

Intentó moverse y de pronto pudo hacerlo, como si las cadenas invisibles que la ataban hubiesen desaparecido. ¿Había estado libre todo el tiempo? ¿Podría haber salido corriendo y escapado de allí? ¿Acaso quería irse? No sabía bien qué pensar, ni si estaba intentándolo tampoco, era como si su cerebro fuese a una velocidad de infarto imposible de controlar. Era incapaz de focalizar en nada, hasta que abrió los ojos.

Delante de ella había dos hombres. Poco tardó en encontrar también a Ramón, quien no tuvo ningún tipo de reparo en sentarse al borde de la destartalada cama en la que ella se encontraba.

-¿A que ahora estás mejor? –su voz sonaba tan absurdamente relajada, que la antigua Carmela lo habría abofeteado-. Tienes mejor aspecto.

¿Lo tenía? No se había visto, pero le daba igual. Se encontraba bien.

-Estoy bien, gracias.
-Eso es lo que cuenta.
-Sí, gracias.

Todos allí esbozaban sonrisas extrañas, aunque Carmela no los apreciaba ya como un peligro. No tenía un filtro ni un radar de peligrosidad, ya no, porque no había nada. Ella no existía, ni se movía, algo lo hacía por ella. Se había convertido en otra de sus marionetas.

-Tenemos que preguntarte algo –continuó hablando Ramón-. Es muy importante porque queremos lo mejor para ti. Lo sabes, ¿verdad?
-Sí, muy bien –contestó, automáticamente.
-¿Te quedas con nosotros?

domingo, 24 de mayo de 2009



La atmósfera de aquel lugar se había impregnado de un olor aún más extraño. El color de las paredes ahora se tornaba oscuro y ni siquiera quedaba rastro de los aparentes rayos de sol que cubrían los pasillos de aquel lugar horas antes.

Tras aquel pinchazo, el cuello de Carmela había comenzado a enrojecer lentamente. Poco a poco pequeñas pústulas anaranjadas comenzaron a surgir alrededor del aguijón de metal, mientras éste adoptaba la forma del cráter de un volcán del que pronto comenzarían a supurar pequeñas fugas de pus. El bubón que se desarrollaba lentamente en el cuello de Carmela bebía, sin tregua, de las glándulas linfáticas de la joven.

A pesar del lento desarrollo de la infección, la joven recuperaba la consciencia en determinados momentos con la esperanza de conseguir averiguar dónde se encontraba realmente. A tientas palpaba su sudoroso rostro para cerciorarse de que no había sufrido más lesión que la que se desarrollaba lentamente en un lado de su cuello.

En uno de esos momentos de lucidez, Carmela había conseguido acostumbrar a sus pupilas a la ausencia casi total de luz. Sus ojos tanteaban el espacio de la habitación en la que se encontraba. Averiguaban, además de la cama en la que yacía, un montón de muebles viejos y destartalados, carcomidos y oxidados, amontonados en un viejo rincón donde se mezclaban mesas, sillas, armarios y maniquíes, como si se tratase de una antigua tienda de ropa.

En la otra esquina de la habitación, los ojos de Carmela habían conseguido discernir una gran montaña de tela. Parecían los restos de prendas a medio hacer o incluso los jirones de antiguas colchas y edredones.

Aquel lugar cada vez asustaba más a Carmela cuando se despertaba  de su enfermizo letargo. La enfermedad poco a poco consumía más sus órganos, pero ella ni siquiera podía darse cuenta. La infección cabalgaba ya por todas y cada una de sus terminaciones nerviosas. Tan sólo faltaba una señal, un segundo pinchazo, un poco más de aquel veneno para que Carmela cambiase por completo para convertirse en todo aquello que siempre detestó.

Una nueva dosis de líquido destaparía de una vez por todas la caja de Pandora, de la que no sólo saldrían los males del mundo, sino que saldrían también los encargados de crear aquellos males. Faltaba poco, muy poco...

 - Sigue sedada - dijo con voz queda-

- Muy bien, esperaremos a que despierte para que ella misma pueda verlo - contestó otro hombre casi con susurros, esperando, por encima de todo, no despertar a Carmela, que yacía ajena a toda la responsabilidad que en pocos minutos caería sobre sus hombros para el resto de la eternidad.




continuación

-esta es la habitación, Carmela.

Ante ella se abrió la puerta de una habitación naranja y llena de luz. Inspiraba vitalidad y energía.

-vaya, es preciosa...

-me gusta que te guste tu nueva habitación, puedes cambiar el color si quieres…

Carmela se sintió incomoda, aun no había aceptado el trabajo, ni siquiera sabia en que consistía.

-bueno...eh...yo...disculpe, pero no querría molestar...además no se en que consiste aquello que tenga que hacer aquí…

-disculpa Carmela, te lo mostrare.

Salieron de la habitación, que daba a unas escaleras blancas, directa al jardín, donde muchos niños reían y jugaban, y otras tantas mujeres hablaban entre ellas aparentemente entretenidas. Conforme se fueron acercando Carmela se dio cuenta de q

de que muchas de ellas, más de la mitad estaban embarazadas, algunas incluso muy embarazadas... aunque más extraño fue cuando se acercaron más y Carmela observó las grandes franjas moradas debajo de los ojos de todas ellas, parecían enfermas.

-mira Carmela, ellas son nuestras chicas del grupo alfa.

-ho-hola chicas...

Carmela no se esperó la respuesta de las chicas alfa, más cercana a un murmullo que a un hola, no podían hablar, les costaba mover la boca y se les iba la mirada. Carmela sufrió un escalofrío que no la abandonó hasta que se alejaron del grupo.

-Ramón, que les ocurría?

Veras Carmela, le hemos tenido que dar un pequeño calmante, no pasaron ayer buena noche con la tormenta que hubo...y muchas sufrieron ataques de ansiedad.

A pesar de haber dormido profundamente la noche anterior, Carmela sabia que no había habido ninguna tormenta...se empezó a encontrar muy desamparada y angustiada, ese panorama no le estaba dando muy buena espina

-ya... mira Ramón, creo que debería irme, mi familia pronto me echara de menos..

-no tienes familia, Carmela- dijo Ramón, y ante su silencio adopto un tono mas cariñoso y siguió hablando- veras, mi hermano es taxista, te recogió ayer, me contó que te encontrabas sola aquí y que no tenias a donde ir, así que te mando a mi local, para que yo pudiese ayudarte... esas mujeres, las del grupo alfa...se encontraban igual que tu hace unos meses...y ahora están mejorando, míralas, están felices...

No cabía duda, parecían felices, sonreían...pero estaban extrañas, ya no parecían personas, sino marionetas, respondiendo solo a estímulos básicos...

-si, Ramón, parecen muy felices, pero de verdad, tengo que irme, no me interesa este trabajo, lo siento- dijo decidida.

-si no sabes en que consiste Carmela!

Pues explícamelo tú- dijo ya enfadada y dispuesta a repartir golpes si fuese necesario...

-tu función aquí en el jardín Nuevo Mundo será la de molde para crear criaturas perfectas como son los niños que corretean por aquí. Gracias a tu belleza y buenos genes serás la mama del nuevo presidente de los Estados Unidos, de aquel que cree una vacuna contra el sida...

-del inventor de una bomba atómica, del propulsor del nuevo holocausto...- siguió Carmela mas airada que asustada.

-miralo asi, Carmela- su semblante cambió, ahora sonreía amenazadoramente- aquí nadie sabe de qué huyes, nadie te juzgará por lo que hiciste…

En ese momento se dio cuenta de hasta qué punto le había contado a aquel maldito taxista. Eso no lo hizo sólo el cansancio.

Ya era suficiente, afrontaria su castigo, pero no sería parte de aquella locura… ni siquiera sabía qué hacian luego con los niños, ya que no había ninguno mayor de cinco años… y tampoco sabía qué había sido de la anterior inquilina de su habitación…

Se le apoderó el pánico y lo único que pudo hacer fue echar a correr. Demasiado tarde. Sintió un pinchazo en el cuello y cayó inconsciente.

lunes, 18 de mayo de 2009

[importante] ORDEN DE PUBLICACIÓN [/importante]

Antón 18
Avellanas 19
Bernal 20
Boné 21
Caballero 22
Caudillo 23
Gracia Pablo 24
Gracia Rebeca 25
Hernández D. 26
Herranz 27
Lafita 28
Legua 29
Lozano 30
Martínez Sara 31
Martínez Álvaro 1
MArtínez Elisabeth 2
Moreno 3
Navarro 4
París 5
Pontaque 6
Portero 7
Pradas 8
Sebastián 9
Zapata 10
Su nuevo guía y también conductor de aquel coche, paró de repente el motor e invitó a Carmela a que saliera a tomar el fresco. No sabía como reaccionar cuando vio aquel paisaje, aquella casa tan grande y colorida. Su estado de ánimo cambió al instante cuando Ramón le invitó a entrar. Muchas de aquellas cosas le recordaban a su familia, a todo lo que hace menos de una semana decidió abandonar, por un momento se sintió bien, se sintió protegida.

Los niños parecían los protagonistas de ese gran jardín que en un lado de la casa brillaba. No paraban de saltar, de correr y de reirse, eran la alegría de la huerta. Al rededor de ellos, jóvenes de la edad de Carmela, unos veintipocos años más o menos. Aparte de los colores de la casa también destacaban los diversos colores de piel de todos los que allí se podían ver: oscuros de piel, mulatos, amarillos, blancos... las nacionalidades eran diversas y su forma de comunicarse el inglés y el castellano.

Ramón tomó a Carmela del hombro y le guió hacia la entrada de la casa, un "toc toc" en la puerta y al instante se abrió. Con los ojos como platos ella miró sin pestañear ni un segundo el interior. Por fuera era una casa enorme, pero por dentro... aun más. Escaleras de caracol a la izquierda y a la derecha que guiaban a una segunda planta con una gran barandilla, cuadros por todos lados, lámparas colgantes (a las que tenía miedo por si caían, por tantas películas que había visto), gente subiendo y bajando sin cesar, pero eso sí, el silencio por una vez, era palpable.

Quería gritar, saltar y reir como los niños que había afuera, sus ojos le delataban, . Ramón a la vez que le miraba y sonreía le dijo:

-Puede ser tu nuevo hogar temporal si es que quieres. Te dije que podría conseguirte un trabajo mejor, y aquí lo puedes tener. Esta casa era de mi bisabuela, hace muchos años que murió, ahora soy yo quien me encargo de que salga adelante. Tengo trabajo para tí aquí, y una habitación recientemente libre... ¿Qué decides?

Carmela no podía cambiar su expresión facial de asombro, se le había olvidado como se formaban las palabras... Por eso, Ramón dio por echo su silencio y le guió hacia las escaleras.

El flato pudo con ella al subir la escalera número veinte, llevaba mucho tiempo sin hacer ejercicio, el deporte era uno de sus hobbyes, pero lo tuvo que dejar. Sus problemas de pulmón por el paquete y medio diario de tabaco le habían destrozado por dentro, pero ella cada día que pasaba aún era más fuerte que el anterior, su vitalidad era indestructible.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Cuando los primeros rallos de sol entraron por la persiana Carmela intentó volverse a dormir, no quería volver a la realidad. Un enorme escalofrío invadió todo su escuálido cuerpo y por primera vez sintió un gran arrepentimiento por haber actuado de esa manera, por haberlo dejado todo y sobre todo no haber dado explicaciones a nadie. Tardo muy pocos segundos en recordar por qué lo había hecho y eso aun la sumió en una más profunda tristeza.
Estaba confusa, no sabía si lo mejor era desaparecer para siempre de su anterior vida y empezar una nueva en Santiago o simplemente volver y acarrear con las consecuencias de sus actos, fuesen las que fuesen...
-Haga lo que haga, tengo aun unos días para pensarlo (pensó), y con esta actitud inmadura de no querer afrontar las cosas salió del hostal y decidió ir en busca de algún trabajo que le proporcionase dinero rápido para poder vivir al menos durante una semana.
Entró al primer bar que encontró, allí mientras se tomaba un café comenzo a hablar con un hombre el cual le invitó a enseárle la cuidad y algunos lugares de las periferias. Ella tan ingenua como siempre aceptó encantada y a los 5 minutos ya estaba montada en el coche de este hombre.
Carmela le comentó que quería buscar algún tipo de trabajo, éste le comentó que él tenía una tienda en la que quizás le podía ayudar.
Mientras iban en el coche pensaba en cómo estarían las cosas en su casa, su familia, sus amigos, llevaba ya casi dos días sin dar señales de vida.
De repente, el coche se paró y Carmela quedó sorprendida con lo que allí vio...

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Gracias.

martes, 5 de mayo de 2009

Una vez tomada la decisión, que le había costado tanto llevar a cabo, esperó a la hora de embarque. Tras esto por fin se encontraba en el avión, en el asiento de la ventana puesto que era la primera vez que viajaba en avión y quería ver a través de ella. Tenía más nervios por el hecho de marcharse a otro lugar que por ser su primer viaje.
El viaje que duró aproximadamente 1 hora y media se le hizo corto, ya que se quedó dormida debido a las malas noches que había pasado anteriormente por los nervios ante esa llamada que pensaba que no llegaría, pero que si lo hizo.

Por fin llego a su destino, Santiago de Chile, que había elegido porque le parecía que quizás era el más lejano de todos, ya que tampoco tenía ninguna preferencia en cuanto a su destino pues nunca había salido de su ciudad desde que había nacido.
La gente iba bajando del avión y se producían algunos reencuentros, otros llegaban con su pareja, casi todo el mundo tenía alguien que le recibiera, pero ella no.
Ya se empezaba a notar movimiento en el aeropuerto, eran las 11 de la mañana. Aun tenía mucho día por delante para encontrar algún lugar donde pasar la noche. No sabía que iba hacer ya que había salido con el dinero justo. Lo primero que hizo fue pedir algo de dinero entre la gente del aeropuerto para el taxi, para que por lo menos le acercara al centro de la ciudad. No fue difícil porque su aspecto algo desmejorado ayudaba a que la gente tuviera compasión. Había conseguido 20 doláres.

Tras conseguir algo de dinero y no querer gastarlo, comenzó a caminar hacia el centro de la ciudad. En el camino, un taxista viendo su cansado aspecto, para y se ofrece paraa llevarla al centro. durante el viaje el taxista la miraba a través del retrovisor y podía ver que esa mujer no estaba bien y quería animarla un poco. Consiguió sacarle algo de conversación, informandole acerca de la ciudad y sobre algunos sitios baratos donde pasar la noche y alguna que otra sonrisa, algo que hacía tiempo que no sucedía.

Tras llegar al centro, se puso a buscar algún hostal barato de la zona para conservar algo de dinero. Por fin lo encontró se llamaba Hostal Río Amazonas, por fuera no parecía estar mal. Entró al hostal y se dirigió hacia la recepción, donde se encontraba un hombre gordo sentado en el asiento mirando a una televisión bastante pequeña. Ni siquiera la oye entrar. Carmela se dirige a él:
- Buenos días – dijo amablemente
Tras una especie de gruñido contesta él:
- Buenas, ¿Qué quieres?
- Una habitación para pasar esta noche, por favor
- Vale. – tras mirar en el ordenador, algo viejo- pues le toca la habitación 250 en el segundo piso. Serán 9 doláres. Aquí tiene su llave.
- Tome y gracias- ella le dijo gracias a pesar de cómo se había comportado puesto que siempre la habían educado así.

Por dentro no era muy bueno el hostal, no tenía ascensor así que tubo que subir dos pisos. Una vez, ante la puerta, la abrió y encendió la luz con el interruptor situado a la izquierda. La habitación tenía lo simple: una cama con la mesilla al lado, una mesa y por lo menos tenía televisión que la distraería de otras cosas.

Como aún era pronto, se fue del hostal a recorrer un poco la ciudad para conocerla un poco más. Las horas se le pasaron volando en esa ciudad tan bonita descubriendo calles escondidas, menos mal que no se perdió, tenía buen sentido de la orientación. Ya había llegado la hora de cenar, además de no tener hambre estaba muy cansada para cenar algo, a pesar de llevar todo el día sin comer. Necesitaba echarse a la cama y que fuera otro día, este día no quería recordarlo. Por fin dormiría tranquila, nadie la llamaría ni la molestaría y como ella había pensado se quedó dormida a los pocos segundos de pensar esto.
Cuando colgó el teléfono, Carmela supo que tenía que marcharse lejos. Cogió cuatro prendas del ropero, un abrigo largo y raído, tres paquetes de tabaco y algo de dinero. El justo para el taxi y un pasaje de ida en avión a cualquier otro continente. Encima de la mesa, junto a los restos del vino de la cena anterior con Jaime, se dejó las llaves del piso y el teléfono móvil. Era todavía de noche cuando llegó al aeropuerto. Apenas había dos mendigos durmiendo, una pareja de novios facturando su equipaje y algún que otro recién llegado que tenía todavía el despiste del jet-lag o la incertidumbre de no saber muy bien cómo llegar al centro de la ciudad. Carmela tenía la impresión de que todos los que se cruzaban con ella la estaban mirando. Y no precisamente por su atractivo físico. Aunque hasta hace poco había sido una mujer muy deseada, en los últimos días su aspecto había desmejorado. Tenía motivos, pensó mientras se lavaba la cara en unos baños recién limpiados por el personal del aeropuerto. Los paneles de información indicaban que a las ocho de la mañana había suficientes vuelos como para pasar desapercibida. Solo era cuestión de comprar un billete. El destino le daba igual. Lo único que quería era que esa llamada telefónica no condicionara nunca más su vida. Para eso debía abandonar todo lo que había tardado tanto tiempo en conseguir.

La empleada de Iberia le dio varias opciones. Diversos vuelos que salían una hora y media después. París, Zaragoza o Santiago de Chile. Y, aunque pareciera raro, los dos valían lo mismo. Tardó dos segundos en decidirse.